Un personaje

Un personaje



1. ¿Por qué me siento identificada con el personaje?
No me siento identificada, pero es un personaje que siempre me ha llamado mucho la atención por el papel que ha jugado en la historia. Me parece interesante como la ambición de poder puede llevar a una persona a estar en lo más alto, a ser el presidente de uno de los países más importantes del mundo y a perderlo todo.

2. Valores positivos del personaje.
Era una persona extremadamente inteligente y ambiciosa. Provenía de una familia humilde y siempre se jactó de haber llegado a donde estaba gracias al trabajo y al esfuerzo. De hecho, siguió adelante incluso después de perder las elecciones contra Kennedy, incluso cuando parecía que su carrera política estaba acabada y llegó a ser presidente seis años más tarde.
3. Valores negativos del personaje.
Esa misma ambición se convirtió al final en una obsesión, lo que le llevó a la corrupción y a la mentira y a defraudar a toda una nación. Además demostró ser una persona sin demasiados escrúpulos que se podría guiar por la frase el fin justifica los medios, ya que no le importó actuar de manera deshonesta para seguir en el poder. Incluso después de haber dimitido, nunca fue capaz de admitir su culpa, lo que le reafirmó como una persona prepotente y mentirosa ante el pueblo americano.

4. Punto sobre el que centraría mi trabajo.
Me gustaría ir más allá de la imagen que ofreció ante los medios, que muchas veces emitieron un juicio demasiado duro, e indagar sobre lo que debió suponer para él verse inmerso en la corrupción; conseguir llegar a lo más alto del sueño americano y destrozarlo él mismo.

5. Papel que me gustaría tener en la historia.
Seguramente, Nixon hubiera querido que le recordaran como alguien que luchó por conseguir llegar a donde estaba y que hizo cosas buenas por su país, aunque se hubiera equivocado. Sin embargo, él mismo contribuyó a que esto no sucediera, porque ni siquiera después de dimitir fue capaz de admitir su culpa.

6. ¿Qué ha aportado a la humanidad?
Creo que algo fundamental: el derecho a expresar la opinión de los votantes y que los medios ejercieran verdaderamente de cuarto poder. Hasta ese momento, la población había ejercido un papel más bien pasivo; la época de Nixon fue la de los movimientos sociales, sobre todo de los más jóvenes, que empezaron a tomar partido mediante manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam y a través del movimiento hippy. Además, con el caso Watergate, se demostró que realmente el periodismo puede destacar lo que los políticos hacen mal, más allá de su ideología política. Por lo tanto, se podría decir que las acciones erróneas de Nixon despertaron en la población una reacción y la llevaron a adoptar el papel crítico y vigilante que se debería tener siempre ante los políticos.

7. ¿Qué reconocimiento se merecía?
Pese a todo el esfuerzo de Nixon y algunas de las buenas medidas que tomó, es obvio que pesa mucho más su traición y realmente tiene el reconocimiento que se merece. La realidad es que Nixon ha pasado a la historia como Tricky Dick y que no reconociera su culpa no ayudó mucho a mejorar esa imagen.

Un héroe

Un héroe


Tiene unos 35 años, trabaja como fontanero, aunque antes haya ejercido de carpintero. Su nombre es Mario, es de origen italiano y su misión principal salvar a la princesa, una y otra vez. Un héroe un tanto peculiar, que no ha hecho nada por la humanidad, excepto entretenerla durante horas. El personaje, creado por Nintendo en el año 1980, se ha convertido en todo un icono de la compañía y ha protagonizado decenas de juegos. (Meter link de los juegos)

La figura del héroe
Desde que apareció en el arcade Donkey Kong, todo un clásico de las salas de recreativos, es el héroe por excelencia de la compañía japonesa. Su misión en aquel básico juego, donde aún era conocido como Jumpman, era avanzar saltando por encima de los barriles que lanzaba el malvado Donkey Kong y salvar a la Princesa Peach, a la que el mono había secuestrado. Poco a poco, los gráficos se fueron perfeccionando, las historias se complicaban, se creaban mundos enteros de fantasía, dominados por champiñones y tortugas con cara de pocos amigos; pero la esencia siempre era la misma: luchar contra la adversidad y salvar a la pobre e indefensa princesa. Vamos, lo que viene siendo un héroe clásico de toda la vida.


Sin embargo, es peculiar que, pese a ser un claro estereotipo en su forma de actuar, dista mucho de la figura del héroe alto, musculado y con un uniforme siempre perfecto. Mario viste con un mono de fontanero, es bajito y con bigote. Y esto es, seguramente, lo que despierta más simpatía; es una especie de antihéroe pero que al final (siempre que el jugador sea hábil) consigue sus objetivos.


Un héroe con un origen marcado
Además de un físico bastante diferente al de Superman o cualquier otro héroe de creación americana, Mario tiene una peculiaridad y es su marcado origen italiano. Para que no pase desapercibido, sus creadores se empeñan en que de vez en cuando pronuncie frases como Mamma mia! O hable en inglés con un claro acento. Incluso cuando se duerme se puede ver como sueña con pizza, rozando el tópico más descarado.
El caso es que los productores han sabido sacar partido a la historia básica del héroe que salva a la chica dándole un aspecto diferente que se acerca más a la realidad, con lo que se consigue un punto de identificación. Y será por algo que lleva tantos años en acción. Salvando a la princesa, una y otra vez.

Una conversación

Una conversación
- No puedes quedarte.
- Pero ¿por qué?
- Porque no quiero que vuelva a pasar. No quiero volver a equivocarme, ya he sufrido bastante.
- ¿Y crees que dejarás de hacerlo si me voy?
- Sí. No quiero tener ningún sentimiento. Quiero que dejes de mostrarme su cara día y noche, que dejes de preguntarme dónde estará o si se acordará de mí, que no hagas volar mi imaginación. Estoy harta de que elijas por mí y siempre te equivoques. Me haces daño, márchate.
- Ahora es tarde, ya no puedo. Sí, lo reconozco, siempre me equivoco. Y soy yo el primero que se hace daño, una y otra vez. Pero no lo puedo evitar, es mi naturaleza. Por mucho que me digas voy a seguir adelante, aunque eso suponga sufrir otra vez.
- Tienes que irte.
- ¿Cómo voy a irme? Nadie puede vivir sin corazón. ¿No lo entiendes? Si me voy, no volverás a sentir. Y nada te va a doler más en esta vida que no sentir nada en absoluto.

La espera

La espera


- Pero, ¿Por qué? Tiene que haber una manera de hacérselo entender.

- Ahh, no pienses en eso Totó, no pienses más... Tratándose de sentimientos no hay nada que entender, ni nada que puedas hacer para que te entiendan.

- Parece que has creado el mundo.

- No es por quitarle mérito al Señor, ya que hizo el mundo en 2 o 3 días... Yo habría tardado un poco más pero algunas cosas, modestia aparte, habrían salido mejor.

- ¿Has visto qué es como yo digo? Tienes una respuesta para todo.

- Quiero hacerte feliz, Totó. Ahora te contaré una cosa. Sentémonos un momento. Una vez, un rey celebró una fiesta. A ella fueron las princesas más bellas del reino. Un soldado que hacía la guardia, vio pasar a la hija del rey; era la más bella de todas y se enamoró enseguida. Pero, ¿qué podía hacer un pobre soldado en comparación con la hija del rey? Un buen día, consiguió hablar con ella y le dijo que no podía vivir sin estar a su lado. La princesa, quedó tan impresionada por su fuerte sentimiento que le dijo al soldado: “Si consigues esperar 100 días y 100 noches bajo mi balcón, al final seré tuya.” Y a partir de ese instante el soldado se fue allí y la esperó un día, dos días y diez, y luego veinte. Y cada noche, la princesa lo observaba desde la ventana, pero él no se movía nunca, con la lluvia, con el viento, con la nieve, siempre estaba allí. Después de 90 días, estaba tremendamente delgado, pálido... al pobre le resbalaban las lágrimas de los ojos y no podía contenerlas; ya no lo quedaban ni fuerzas para dormir. Mientras, la princesa seguía observándole. Al llegar la noche 99, el soldado se incorporó, cogió la silla y se largó de allí.

- ¿No me digas? ¿Al final?

- Sí. Justo al final, Totó. Y no me preguntes cuál es el significado, yo no lo sé. Si lo entiendes, dímelo tú.

- Bah...

Una rosa

Una rosa

No podía ser de otra forma. Recurrir a un tópico no siempre es mala idea y, hoy, no hay objeto más típico que este. No he querido hacer exactamente una reflexión, sino un ejercicio de inspiración; a través de un simple objeto, ha surgido una historia. Y en el fondo, las historias nacen de una reflexión, de un estado de ánimo. Es curioso ver lo que puede sugerir un objeto.


Abrió la puerta muy lentamente, con mucho esfuerzo para no hacer ruido. Empezó a caminar por el pasillo, casi de puntillas. Era ya tarde; como siempre, había estado ocupado en el trabajo. La casa estaba en silencio y él casi se deslizaba por el pasillo, no quería estropear la sorpresa. Y no sólo el trabajo; había vuelto a caer pero, por suerte, esta vez había estado rápido. No iba a volverlo a estropear como había hecho tantas veces. Había olvidado tantos cumpleaños, tantos aniversarios en aquel maldito bar... Pero esta vez ya no lo podía permitir. El pasillo parecía mucho más largo que otras veces, lleno de fotos, que la oscuridad no le dejaba ver. Al entrar al comedor, se tropezó con la mesa. Otra vez ha vuelto a cambiar los muebles de sitio, pensó y siguió su camino hacia el dormitorio. Abrió la puerta muy lentamente, con la mano a la espalda. Y entonces lo vio. Ella estaba allí, tan hermosa... pero había otro hombre que la besaba, la acariciaba, la deseaba sin ni siquiera advertir la presencia de un extraño en la habitación. Ella, parecía extremadamente feliz y él no pudo soportarlo.

-¿Sabes? Esta vez quería arreglarlo de verdad. No me importa que haga casi un año que me dejaras, sé que nunca has dejado de quererme pero que querías darme una lección, para que aprendiera... pero siempre guardé las llaves de casa, de nuestra casa, porque quería arreglarlo todo, como hacía antes... ¿Ves? Si hasta te he traído rosas...

Y el aullido de una sirena de policía rompió el inmenso silencio de la noche.

El arte de la brevedad

El arte de la brevedad
La luz apagada
Pienso en aquella fría tarde
Arde mi alma.
El Haiku (poema tradicional japonés de 3 versos) es, sin duda, el mejor ejemplo de como decir algo con pocas palabras. El lenguaje es algo muy útil pero puede ser también un lastre, algo que no hace sino tapar la verdadera esencia de lo que queremos decir. Y es que a veces, sobran las palabras.

Mi primer viaje

Mi primer viaje

Un día de Nochebuena, hace ya muchos años. En el recuerdo, casi difuminado, me veo sentada en la mesa de un bar, junto a mis padres y dos de mis hermanos, comiendo una tortilla de patatas mientras los mayores degustaban un cava Freixenet. Fuera, no hacía frío. Dentro del bar, no había ni una sola mujer. Probablemente, estas son las primeras imagenes que alberga mi memoria. Antes de eso había estado en otros lugares mucho más hermosos pero, es curioso como funciona la mente, porque no los puedo recordar. En cambio, mi memoria empieza allí; se inauguró el mismo día que crucé el Estrecho por primera vez.
Yo no tenía más de 5 años, por eso todo lo que recuerdo no está influenciado por ningún conocimiento, por ninguna ideología. Cuando pisé por primera vez esa ciudad, después de bajar de un avión que parecía que iba a caerse a trozos enmedio del camino, no sabía nada; no sabía que había gente que moría cada día por intentar llegar al lugar de dónde yo venía. Ni siquiera tenía un concepto muy claro de donde estábamos.
Llegamos a un hotel del que sólo recuerdo el salón donde se veía la tele. Ahora, cualquier pensión de mala muerte tiene su propio aparato en la habitación pero allí, no era lo más importante. Y lo cierto es que tenía su encanto bajar por las noches y observar a la gente poniéndose de acuerdo en el canal que querían ver. Supongo que no recuerdo la llegada porque mi mente estaba ocupada por un solo pensamiento: abrazar a mi hermano. Al fin y al cabo, era lo que me habían prometido y el único objetivo del viaje. Y la promesa se cumplió. De nuevo, no sabía ni donde estaba; cuando vi aparacer a mi hermano, a lo lejos, corrí para alcanzarle, con el poco sentido de responsabilidad que caracteriza a cualquier niño, pasando por debajo de la valla que nos separaba. Ni siquiera había visto a los hombres que estaban en la puerta, sosteniendo un fusil en sus manos; sólo me preguntaba porque vestían todos de verde.
Recuerdo también pasear por la ciudad. Un árbol de Navidad adornado con cajas y latas viejas, una estatua de un señor con bigote, que parecía no hacerle demasiada gracia a mis padres. Pero entre todas las imágenes, hay una que permanece con más claridad que otras: unos ojos negros, tristes, que nos miraban esa Nochebuena desde el otro lado del cristal del bar. Y esos ojos, me persiguieron durante todo el viaje.



La mente debe funcionar así. A veces, no somos capaces de recordar lo mejor que nos pasa, sino lo que nos llega al corazón. Este es mi primer recuerdo y mi primer viaje. La primera vez que vi el Mediterráneo desde otra perspectiva; una perspectiva que se quedó en mi mente para siempre.